INCREIBLES

msc

07 agosto, 2014

Huecos.

En el desván encontró una foto, otra, y otra. Todo se volvió negro por un instante, lo que veía en ellas era su reflejo pero con personas que no conocía. ¿Cómo había llegado a eso? Las recogió todas en su regazo y escaleras abajo fue inundando su cabeza de preguntas. Bajó al salón confuso y comenzó a oler a galletas. Algo familiar. No más que ella.  Era baja, el pelo canoso recogido en un discreto bucle casi en la nuca, y un gesto de tristeza atravesaba su cara. Pisó los dos últimos peldaños a tientas y se dirigió a la cocina con recelo. Ella se volvió sobre sus pies al escuchar los pasos de su marido y sonriendo forzada a medias intentó escrutar en su mirada. No consiguió descifrar el miedo que últimamente se estaba aprensando de sus ojos y decidió seguir con el cocido mientras le hablaba. Para ella que todo siguiera siendo normal era la mejor medicina, pues sabía que él nunca hubiera querido ser tratado como una persona invalida.
-Javier, ¿Encontraste las herramientas que buscabas?
Él con las manos temblorosas, y sin saber bien de qué hablaba, puso las fotos encima de la mesa de la cocina y casi sin mirarla, le preguntó qué le pasaba.
-¿A qué te refieres?—Sin subir la mirada de la olla que tenía entre manos y con los ojos entumecidos por las lágrimas que no querían salir, se tuvo que enfrentar a él. La miraba fijamente apoyado en el quicio de la puerta.
-¿Por qué no puedo…?—Y sin dejarle acabar Marian dejó caer los brazos como si le pesaran a los lados de su cuerpo y sosteniendo su mirada, intentando no flaquear, le dio un beso.
-No pasa nada, simplemente a veces te olvidas de algunas cosas, nada que no nos pase a la mayoría con nuestra edad. ¿O no dices siempre que estamos ya para el arrastre?.

Dio por finalizada la conversación como muchas veces había hecho antes, y sabiendo que sus ojos vidriosos no engañaban al buen hombre que la miraba,  empezó a rajar en alto sobre lo mucho que odiaba pelar cebollas.  
Javier se encaminó al jardín intentando encontrar recuerdos para tapar los huecos en blanco de su memoria. Ella, sumida en la impotencia, volvió a remover el guiso.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso, me alegra que hayas vuelto.

Publicar un comentario

GRACIAS POR DARME UN POQUITO DE TI